EL ALBA, LES OMBRES ERRANTES

<p lang="es-ES">  </p> <p> El Alba, o la vuelta de los antepasados</p> <p lang="es-ES">  </p> <p lang="es-ES">  </p> <p> Una película de Emmanuel Jessua</p> <p>  </p> <p> <img alt="Scan10017" src="https://kkbb-production.s3.amazonaws.com/uploads/project_image/image/2389/Scan10017.JPG"></p> <p>  </p> <p> Febrero: la ciudad boliviana de Oruro celebra su carnaval de manera muy singular. Este gran pueblo del Altiplano es el testigo de un espectáculo como hay pocos, es una ocasión para observar la cicatrización mutante de un choque cultural, el del indio y el del blanco. Aquí, el diablo y el buen dios, los ángeles y los demonios se dan cita para un baile, como si la Historia pudiera hacer marcha atrás. Como si el Inca oprimido y vencido podría resucitar, y los conquistadores irse de allí.</p> <p>  </p> <p> Detrás de la máscara de la Candelaria se esconden las divinidades que se siguen adorando, al mismo tiempo que la Virgen y el Cristo. Los Apus, espíritus de la montaña, cantan su melodía: los tambores truenan, las flautas murmuran, y es el renacimiento de un pueblo, el de Los Hijos del Sol sacrificados en el curso de los siglos en las minas de plata y de estaño. Oruro, clasificado por UNESCO  patrimonio de la Humanidad, celebra sus muertos...</p> <p>  </p> <p> Al cabo de tres días, cantantes, bailarines y músicos, ebrios de sensaciones y de alcohol, se reúnen sobre la plaza de la catedral, el símbolo de los conquistadores de la lejana Andalucía. En la luz rasante de la mañana, acogen con una cacofonía ensordecedora El Alba, el alba de un nuevo día. Porque hay que morir para permitir a la vida resurgir, y los hijos de la Pachamama, la tierramadre, lo saben bien.</p> <p>  </p> <p> .</p> <p> <img alt="Scan10018" src="https://kkbb-production.s3.amazonaws.com/uploads/project_image/image/2390/Scan10018.JPG"></p> <p>  </p> <p> ¿Visión surrealista del mundo, de la Historia? Sin duda, pero es la visión que le permitió al pueblo de los Andes sobrevivir a la gran matanza, y a cinco siglos de dominación colonial, de una brutalidad inaudita.  Este pueblo, mendigo sentado en un trono de oro como lo dice la expresión popular, supo conservar la memoria viva de la tragedia de la conquista, y su  verdadero tesoro reside en esta fuerza de resistencia.</p> <p>  </p> <p> Para entender esta Bolivia hecha de mitos y de encanto, de sueños y de pesadillas, animada por una energía tan desconcertante, siempre fascinante, es imposible tomar las vías clásicas de la narración, porque las reglas y las tradiciones nos la prohíben. Oruro convoca la magia a la pantalla, y debemos contar la historia con otra historia. Esta película será pues un ODNI, un Objeto Documental No Identificado: la ficción jugará con la realidad, para explorarla en lo más hondo del alma. Alma de las montañas, de la tierra, de los humanos... Y como todo es cuestión de murmullo del viento entre las piedras, de huesos de cóndores perforados, de tambores y de mandíbulas de asnos que crujen, este ODNI será musical. Él se dejará llevar por la melodía que acompaña necesariamente, las tragedias y las utopías.</p> <p>  </p> <p lang="es-ES">  </p> <p> <img alt="Scan10006" src="https://kkbb-production.s3.amazonaws.com/uploads/project_image/image/2391/Scan10006.JPG"></p> <p>  </p> <p>  </p> <p> Convocamos pues para conducirnos en este universo un pianista boliviano con un pasado más que misterioso, un estudiante de musicología, ávido de comprender y varios testigos narradores, llenos de cuentos y leyendas pero tan realistas. El equipo de rodaje el mismo acepta la regla de salir del marco clásico para participar en esta aventura, de la que una de las calidades superiores es que se desarrolla en los decorados alucinantes y acompañados por la Mamacoca, la hoja sagrada de Inca. Las misiones jesuitas con su estilo barroco mestizado, que acogen las escuelas de música perdidas en la selva, pasando por el mítico y tan peligroso desierto de sal: el salar, hasta la prisión de La Paz, curiosidad auténtica y cárcel sin guardián ni celda, la película perseguirá, según los azares del viaje, su propio guía: un muerto, un fantasma, la encarnación de un traumatismo, de un tormento. Le dimos un nombre: Carlos Reyes. Y he aquí su historia.</p> <p>  </p> <p> <img alt="Scan10013" src="https://kkbb-production.s3.amazonaws.com/uploads/project_image/image/2392/Scan10013.JPG"></p> <p>  </p> <p>  </p> <p>  Carlos Reyes es un compositor boliviano y un profesor de música fallecido en La Paz en marzo 1988. Este joven pianista dio sólo un gran concierto el 5 de enero de 1988 en el teatro municipal de La Paz. Su nombre es casi olvidado y se asocia generalmente a la tragedia que sucedió durante la noche de ese último y único concierto. Su esposa fue encontrada muerta en los camerinos del teatro, su cuerpo lacerado con una astilla de un espejo. Carlos Reyes desapareció esa misma noche, y la policía lo consideró como el principal sospechoso. Al final acaban arrestándolo un mes después en el  carnaval de Oruro, en plena crisis de demencia, y lo trasladan a la prisión de La Paz. Encarcelado, mientras que él clama su inocencia, se suicida unos días más tarde frente a su compañero de celda.</p> <p>  </p> <p> <img alt="Scan10010" src="https://kkbb-production.s3.amazonaws.com/uploads/project_image/image/2393/Scan10010.JPG"></p>